miércoles, 4 de marzo de 2009

Malos Presagios

Mi entrevistado esta nervioso. No para de mirar a un lado y a otro, el cigarrillo que tiene en las manos, un Ducados con un 55% de tabaco, se ha consumido prácticamente. Sus dedos corazon e índice estan amarillentos por culpa de la nicotina. En su cara flácida y sin afeitar, sus grandes ojos negros resaltan de sobremanera. A su lado hay dos tipos bastante fuertes que vigilan cada uno de sus movimientos. Me han dicho que estan para protegerme. ¿Protegerme de quién?

 

Me llamo Carlos Blasco, tal vez haya usted oído hablar de mí. ¿sí? Yo era coronel por aquel entonces en la BRIPAC, comandaba el regimiento de ingenieros de combate. Mi destino era interesante dentro de lo que cabe, Bosnia, Irak, Afganistán, no nos faltaba el trabajo y no pedíamos más.

Entonces todo empezó a desmoronarse poquito a poco. Todos empezamos a oír cosas sobre lo que estaba sucediendo en Sudáfrica, al principio nos lo tomamos a coña. Ya sabe como somos los españoles: “como venga un rabioso de esos le pego un tiro en los cojones y verá que rápido se le pasa la rabia”. Ninguno de nosotros le hizo mucho caso, ni siquiera creímos que aquello fuese a más. Se nota que no estábamos en casa. Por aquel entonces los medios de comunicación estaban agitando el avispero mediático buscando una noticia sensacionalista con la que llenar minutos en el telediario. Y nosotros sin enterarnos de nada. Algunos de los soldados tuvieron que ser encarcelados, al parecer la tensión que se vivía en sus casas a miles de kilómetros se había trasladado al Fuerte Talavera en Afganistán. Durante días la tensión fue aumentando, se notaba en el ambiente. Las noticias que iban legando no eran buenas y se decía que ya había casos por todo el mundo: Chicago, Londres, París, Berlín, Bombay… por todas partes el mismo problema, estábamos al borde del gran pánico. Hasta los talibanes habían dejado de atacar nuestra base. Puede que fuese ahí, en ese momento, cuando nuestros enemigos más acérrimos dejaron de atacarnos cuando nos dimos cuenta de lo grave que podía ser la situación. Instintivamente ordené a las tropas que dispusiesen de todo para realizar una evacuación de emergencia. Mi instinto no me falló y en pocas horas el jefe del estado mayor ordenó que todas las tropas españolas que estaban en el extranjero volviesen a casa. Creo que no fuimos los primeros en hacerlo, los franceses ya habían evacuado dos días antes, aunque no nos enteramos hasta el día que nos fuimos. Recuerdo con pena a unos pobres cascos azules indios, querían volver a sus casas para poder ayudar pero su gobierno se había olvidado de aquel pequeño contingente, desconozco que fue de ellos. Supongo que caerían victimas de los talibanes o en el mejor de los casos víctimas de los Zetas.

Cuando llegamos a casa la situación estaba jodida, se había decretado el cierre de las escuelas, y el toque de queda era habitual en todas las grandes poblaciones. Aquello no hizo más que acrecentar el pánico que empezó a bullir dentro de todos y cada uno de los españoles.

[La voz del coronel Blasco vacila, da una gran calada y prosigue]

A nosotros nos enviaron a los túneles de Guadarrama. Había más unidades disponibles en Madrid, pero nosotros éramos expertos en explosivos ¿adivine que nos mandaron? ¡Exacto! Minamos los túneles de la AP-6, así como todos los accesos al Alto de los Leones. Nuestra misión era controlar todos los accesos a la meseta norte. Durante tres días centenares de camiones militares se movieron en dirección norte. No sabíamos porqué pero parecía como si quiésemos abandonar Madrid. Al final eso fue lo que hicimos ¿no? Empaquetamos todo y nos largamos lo más rápidamente de Madrid mientras aún existía el orden. No sé quien dio aquella orden, ignoro quien convenció al jefe del estado mayor para iniciar semejante repliegue, pero de una cosa estoy seguro y es que aquello funcionó. De Despeñaperros hacia arriba el ejército abandonó sus cuarteles y nos fuimos derechitos al norte.

Le puedo asegurar que nadie entendió aquello. En aquel momento las noticias sufrían una rigurosa censura. En teoría todo iba perfectamente pero nadie se lo creía. Internet nos puso en evidencia: aquello que no podía salir en la tele salía en youtube, pronto las imágenes de largos convoys del ejército marchando en dirección norte se hicieron frecuentes. La gente demandaba información, querían saber porqué el ejercito se iba. No todas las tropas se fueron al norte, algunos comandantes desobedecieron las órdenes mediante burdas excusas. Supongo que aquello les costó la vida, creo que solo el Grupo de Combate 7 apostado en Puerto Llano logró aguantar hasta que fueron relevados tres años y medio más tarde.

Y entonces sucedió, las noticias rompieron su silencio, la televisión se dedicó a soltar mierda y el gran pánico se extendió. Por aquel entonces el índice de Zetas era muy bajo, puede que no hubiese más de 3 o cuatro por cada mil habitantes en Madrid, pero según lo narraban las noticias parecía que hubiese miles de zombies recorriendo las calles. Y aquello provocó el Gran Pánico. Millones de personas decidieron salir a la vez de la capital llevándose consigo todo lo que podían. Desde el Alto de los Leones podíamos ver como la carretera de la Coruña estaba totalmente colapsada, miles de coches serpenteaban hasta llegar casi a la capital. Nuestra tarea era sencilla, chequear cada coche con perros para descubrir a potenciales zetas (ya sabe, gente que se había infectado y trataba de mantenerlo oculto). Cada vez que encontrábamos a alguno, lo sacábamos del coche y lo llevábamos a un pequeño descampado lejos de los ojos del gran público, allí en grupos de 10 eran ejecutados. Imagínese el atasco que se produjo. Durante horas los conductores se vieron obligados a permanecer en sus coches. Muchos los abandonaron allí mismo y continuaron a pie llevando sus elegantes maletas de diseño a lo largo de la carretera. Si ha visto las fotos de D.Fonseca podrá imaginarse como fue aquello: miles de refugiados huyendo con casi lo puesto de “aquello”.

No recuerdo bien la hora exacta, se que fue antes de las seis porque el cabo Rodríguez aún seguía en su puesto, cuando alguien me avisó de que algo sucedía a la altura de Villalba. Un grupo de aquellas criaturas había hecho acto de presencia e inevitablemente el pánico cundió entre toda aquella marea de gente. En un momento, aquella riada humana que trataba de alcanzar los túneles de guadarrama pensando en que al otro lado estaba la tierra prometida de una forma ordenada, cayó en la más absoluta de las anarquías. Se podía ver a la gente corriendo abandonándolo todo, pasando por encima de los coches, arrollando a aquellos que tuvieron la mala suerte de tropezarse. El pánico estaba a las puertas de los túneles.

 

Es aquí donde la historia varía dependiendo de quien la cuente, para los que tuvieron la mala suerte de sobrevivir aquel acto lo consideraron la mayor traición y el acto más vil desde los campos de concentración nazis. Para los que consiguieron pasar al otro lado fue la decisión más inteligente se podía haber llevado a cabo. Yo solo seguía órdenes, y a ellas me remito. Creo que eso es de lo que va el ejercito, de seguir ordenes, yo me limité a cumplirlas, no pensé en las consecuencias ni en la gente que iba a dejar atrás, tan solo cumplí con mi deber. A una orden mía, 43 cargas explosivas sellaban los túneles de guadarrama totalmente dejando incomunicadas a cientos de miles de personas. Minutos más tarde explosiones secundarias acabaron con las carreteras que separaban a Madrid de Castilla León. En Somosierra, en la A1 el comandante Ruiz llevó a cabo una medida similar.

 

Mucho se ha especulado sobre lo acertado de aquella medida, eventualmente los Zeta se abrieron paso hasta la meseta pero para aquel entonces todos los accesos a la zona cantábrica ya habían sido sellados. Nuestros detractores dicen que lo único que hicimos fue crear un ejército de zombies y muchas familias me acusan de genocidio intencionado. [La voz de nuestro interlocutor tiembla] Yo solo puedo decir en mi defensa que me limitaba a cumplir órdenes.

 

[Seguimos hablando con el coronel Blasco durante un rato más, pero su relato empieza sonar cada vez más incoherente, hasta que finalmente estalla en un mar de lágrimas mientras repite una y otra vez que solo cumplía ordenes. Los dos fortachones que nos han acompañado durante toda la entrevista se lo llevan.

Hubiera sido interesante conocer las opinión del comandante Ruiz, el otro gran héroe \ villano que realizó la misma tarea en la A1, sin embargo, no he podido encontrar a ningún miembro de aquel destacamento. Mis fuentes me informan que perecieron todos tratando de controlar la marea Zeta que traspasó el valle de somosierra un mes más tarde]

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